Un antiguo relato cuenta que un árabe viajaba con su camello a través del desierto. Cuando los agarró la noche, el hombre levantó su tienda, amarró al camello y se fue a dormir.
Cuando el frío se hizo más intenso, el camello metió su cabeza en la cama: —Maestro —susurró—. ¿Podría meter mi nariz dentro de la cama? Hace mucho frío afuera.
—¡Por supuesto! —respondió el hombre.
Al poco rato el camello nuevamente asomó la cabeza dentro de la cama. —Disculpe, mi amo, pero el frío es ahora más intenso. ¿Podría meter toda la cabeza?
El hombre aceptó a regañadientes. Al poco rato, el camello lo importunó de nuevo.
—Mi amo, si no introduzco mis patas delanteras mañana no podré hacer el viaje.
—Está bien —respondió el hombre de mala gana—. ¡Pero no más que eso!
Dice el relato que el camello no molestó más por esa noche. Claro, no había razón para molestar. Cuando amaneció, el animal estaba dentro de la cama, y el hombre estaba afuera.
Algo parecido ocurre en la vida espiritual: «Si le das un dedo al diablo, se agarrará todo el brazo».
No le den oportunidad al diablo. Efesios 4:27
¿Hay en tu vida algún espacio donde se pueda observar «la nariz del camello»? ¿Tienes alguna amistad cuestionable? ¿Algún hábito o vicio dañino (alcohol, cigarrillo, drogas)? ¿Te has acostumbrado a ver películas donde abundan las palabras obscenas o las escenas sensuales? ¿Dices mentirillas blancas? ¿Hay caricias atrevidas en tu noviazgo?
Por supuesto, lo ideal es no permitir que el camello introduzca la nariz. Pero si descubres que esto ya ocurrió, hoy tengo buenas noticias para ti: «Si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados Y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1: 9).
Lleva al Señor en oración cualquier situación de tu vida en la que ahora mismo sientas que las cosas no están bien. Si has hecho algo malo, él te perdonará, gracias a la preciosa sangre de Cristo. Y si no has caído, pero estás pisando terreno prohibido, recuerda nuestro texto de hoy: «No le des oportunidad al diablo». A este engañador, si le das un dedo, se agarrará todo el brazo.
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