¿Alguna vez has sentido como si lo que haces para Dios no vale la pena? Quizás sientes que el esfuerzo que inviertes en la iglesia o ministerio es en vano.

Sin duda alguna todos en alguna ocasión u otra nos hemos sentido así. Es por eso que me gustaría compartir contigo una de mis historias favoritas.

Un niño de siete años a primera hora de la mañana corrió hacia la playa y vio que estaba repleta de estrellas de mar.

La marea de la noche las había botado en la arena. De manera que este niño comenzó a tomar estrellas de mar, correr hasta el agua para arrojarlas tan lejos como pudiera.
No pasó mucho tiempo cuando se le acercó un anciano y le preguntó: - ¿Hijo, pero qué haces? – Estoy arrojando estas estrellas de mar de regreso al océano. El anciano lo vio y le dijo: - Hijo, ¿Sabes que lo que haces no tiene sentido? Jamás podrás salvarlas a todas.
 El niño se detuvo un instante, miró la estrella que llevaba en la mano, giró, y con un movimiento parecido a un baile, la devolvió al océano y con una sonrisa respondió… – ¡Para esa estrella sí tuvo sentido! Como puedes ver, hay una gran necesidad y no puedes alcanzarlos a todos pero puedes alcanzarlos uno por uno y por eso deberías sentirte feliz.
 Nada trae más satisfacción que guiar a una persona a los pies de Cristo o servir a un creyente en su crecimiento espiritual. Ayudarle a alguien a cambiar el rumbo de su futuro eterno no tiene precio y eso tiene mucho sentido.

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