La Biblia contiene muchos incidentes en los que determinadas personas, cuyos nombres se desconocen, prestaron ayuda. En 1 Samuel 30,
leemos que los soldados de David hallaron a un joven al que un ejército
enemigo había abandonado. No se da el nombre del esclavo egipcio, pero
él fue quien le suministró a David una información clave que lo ayudó a
rescatar a su familia.
También pienso en el muchacho cuyo almuerzo de pan y pescado multiplicó Jesús para alimentar a miles (Juan 6:9), el dueño del pollino en el que el Hijo de Dios entró en Jerusalén (Lucas 19:33) y el propietario de la casa donde el Señor y Sus discípulos comieron la última Pascua (22:11). Además, está aquel muchacho que le salvó la vida a Pablo (Hechos 23:16-22).
En
nuestro mundo actual, hay muchas personas cuyos nombres nunca se
publican, no reciben reconocimiento ni oyen un aplauso de los demás.
Muchos oran fielmente, ofrendan con sacrificio y sufren con paciencia
por Cristo. Innumerable cantidad de madres cuidan calladamente a sus
familias, y muchos hombres y mujeres testifican con valor a compañeros
de trabajo y a vecinos. Quizá no se los nombres ni se los elogie aquí y
ahora, pero en el cielo, el último será el primero (Mateo 19:30).
Sé paciente, amado(a) hijo(a) de Dios que pasas inadvertido(a). ¡Tu recompensa está por llegar!.
Reflexión: Es mejor ser fiel que famoso.
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